"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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02-08-2015 |
Amodio en formato libro (1)
c.e.r
Cuando Amodio salió a la luz pública -2013- había pasado 41 años de silencio. Silencio forzado, porque sobre él pesaba la acusación de traición. Esos 41 años habían permitido que visiones diferentes y críticas de la militancia –en derrota y, en cárceles y cuarteles- fuera sustituida por lo que después se convirtió en la versión “oficial” de los acontecimientos. Amodio y Piriz Bude eran los únicos y principales traidores. A partir de allí estaba todo claro.Aquella visión, sostenida por las jerarquías -al extenderse y popularizarce- implicó, también, una nueva vuelta de tuerca, cambio de interpretación que no es para nada baladí. Además de ser los únicos traidores eran “los causantes principales” de la derrota. Dicho esto, estaba dicho todo.
En 1985 al recuperar la libertad los presos confinados en los Penales (Libertad para los hombres, Punta Rieles para las mujeres, además de algunos establecimientos de detención en el Interior del país) la versión estaba sólidamente establecida.
La propugnaron 4 de los líderes históricos (Sendic, EFH, Manera Lluvera, Julio Marenales) tenía el peso de lo definitivo. Y, sin embargo, a pesar de todo, había y existían quienes no estaban de acuerdo con la visión oficial y establecida. Decenas de militantes, que conocían los hechos de primera mano, sabían que “lo que se afirmaba” era una verdad parcial, limitada, donde además ciertos hechos fundamentales “de la derrota” no se acertaba a explicarse.
Poco tiempo después, los “viejos” líderes históricos con esa concepción de la derrota pasada, comenzaron sus luchas –internas y particulares-, Sendic no se integró al viejo MLN-Tupamaros, estableciendo “rancho aparte” con un plan “Por la Tierra y contra la Pobreza” y un embrión de movimiento político: “Por la Tierra”.
Los otros líderes (Manera, Marenales, EFH) se quedaron “con el sello, de la calle Cebollatí”.
La situación era curiosa porque Cebollatí (la sede) y, el domicilio particular de Sendic, estaban a pocos metros. Hoy esta perfectamente establecido que los concordantes históricos tenía un temor serio que Sendic, con su tradicional peso históricos, se “quedara con la Orga”, Marenales lo expresó concretamente en una reunión con la vieja militancia “de confianza”.
Al mismo tiempo y para mantener la organización-“aparato” se recurrió al argumento de que Sendic esta “loco”. Fue uno de los episodios más miserables de la historia política de la izquierda nacional. Este desgarramiento interno, divisón en ciernes, se pretendía –puerilmente- ocultarlo y fingir –a manera de los matrimonios burgueses- de que aunque había separación de camas, la harmonía reinaba en la “familia tupamara”.
Poco tiempo después, otro de los miembros “históricos” abandona el timón partidario. Amilcar Manera Lluveras lo hace a través de una carta partidaria interna, de severa crítica a las “chacras” personales de algunos dirigentes (los círculos privados de los clientes que apoyan a sus “dirigentes”). En ella también se registra la corrupción general extendida entre la militancia, la elevación al poder de elementos dudosos, plagados de oportunismo. La carta fue ocultada celosamente por los únicos dos miembros de la dirección histórica que se había ahora ampliado para comprender también a “los rehenes”. Una parte nada más, de los mismos.
Algunos –los más cazurros- además de la “locura” pretendida de Sendic, hablaban también de “la gerontocracia” y hubo dentro de línea oficial, los intérpretes contrarios “al culto de la personalidad”. Conviene, por una razón de sanidad mental, repasar todo “lo que se dijo” y “circulaba” porque las usinas donde el brulote, el atropello, la calumnia y la mentira se extendían,- hasta el día de hoy- siguen pretendiendo que todo esto “no existió nunca”. Los hechos, trágicos y crueles, -como es siempre la misma realidad- los desmienten. Blixen, en su libro- biografía sobre Sendic, lo ha consignado expresamente y, Blixen, además de periodista, fue parte e integrante de los organismos de dirección, después de la caída de Almería.
Establecido el hecho, digamos también, que las “bases de la organización”, es decir su militancia (la vieja “de Punta Carretas” y la nueva de todo el periodo posterior a la caída de Almería, dijeron también lo suyo. Casi todos fueron visitados, citados, e interrogados por los líderes históricos. Conocieron así (los líderes) de primera fuente todas las “desviaciones”, coqueteos ideológicos, compromisos, las “presiones extranjeras”, el “espionaje interno” fomentado por los burócratas inconcientes de alguna isla caribeña, y un sinfín de tropelías, delitos y hasta crímenes, que se cometieron.
Hubo- desde la derrota del 72 a la liberación del 85- una larga serie de temas, planteamientos, e intentos de hegemonía, una lucha feroz por la supremacía, entre las cuales la amenaza de suprimir supuestos rivales, hasta físicamente, estuvo presente. Los “renunciantes” primero, las diferentes cofradías que nunca se atrevieron a darse nombre, hasta llegar al “seis puntismo” la expresión más sectaria y conectada directamente con la burocracia política cubana.
Al mismo tiempo que esto sucedía en “las alturas” organizativas, hubo también una militancia tupamara de base que tuvo la fuerza de entereza suficiente, para amainar las furias sectarias y asesinas de esas direcciones. La grandeza de miras que faltaba en “las alturas” de los epígonos de líderes, sobraba en las bases. Era simple sentido común, pero bastaba para que más de un proyecto sectario, excluyente (con eventual asesinato) no pudiera concretarse.
Y es por eso, que derrotados en Uruguay, hubo tupamaros con contribuyeron con su brazo y experiencia en otras gestas de America Latina: Chile, Argentina, Colombia, Nicaragua, el Salvador y hasta en Perú. Es importante consignarlo –tiempo vendrá de hacer esa historia- porque el MLN-Tupamaros y su militancia no se acabó con la derrota del 72, sino que continuó en territorio nacional hasta más allá del 75 y después, -y hasta durante- en los otros países hermanos donde fuera necesario el concurso, la solidaridad de hechos, y llegar a lo más alto que un revolucionario, puede volcar en esa esfuerzo: la vida y su propia sangre. Gloria eterna a todos ellos!!!
Volvamos, sin embargo, a los hechos nacionales.
La “liberación del 85” (en realidad fue “una amnistía) fue saludada por las bases militantes con algarabía. Los militares que creían “haber pacificado” durante 10 años el país, a través de la tortura, el terror los asesinatos, la violencia desmedida y los atropellos constantes, ya en 1979, tuvo conciencia y conocimiento de una renovación generacional que reiniciaba la lucha con métodos nuevos. Se sumaban a esa lucha en el terreno nacional, donde la resistencia primera había estado en manos del esfuerzo tenaz de “los familiares” (madres, padres, hermanos y hermanas, conyuges y hasta hijos) un refuerzo notable para continuar en sus esfuerzos y no desmayar.
Las cronologías del pueblo, que son diferentes a las de las clases burguesas y dominantes, así como sus historias, se renovaba. En esa cronología de la resistencia del pueblo oriental, se contabilizan la derrota militar del 72, con la también derrotada Huelga General del 73 y se encauza definitivamente a partir del año 79. Aquellas luchas derrotadas, dejaban su secuela de resistencia. Y desde el 79 en adelante “la tiranía de los militares” estaba derrotada. Los años posteriores lo irán confirmando, con su secuela del crecimiento imparable de una resistencia popular creciente, que se pronunció claramente en todas las circunstancias en que se les convocó para que expresaran su opinión.
Esa lucha que estaba “en la calle” motivó también que se incorporaran a ella –siempre los panzones subiéndose al carro!!!- los partidos burgueses que habían prohijado y fomentado la tiranía militar promoviendo oficiales “golpistas” al generalato cuando -entre ellos- se extendían los partidarios de “darle vacaciones” a la democracia burguesa imperante.
De esos mismos partidos surgían los oportunistas –Ferreira Aldunate en el Partido Nacional, Sanguinetti en el Partido Colorado- que sabiendo que la tiranía estaba condenada por el Departamento de Estado norteamericano, se preparaban a disfrazarse de demócratas nuevamente, para garantizar “el orden” a efectos de que no hubieran “sorpresas”.
Dentro del “programa del orden” estaba también, el “garantizarle a los militares” que no pagarían responsabilidad por lo que habían atropellado. Es necesario señalar todo esto con precisión, porque los actuales demócratas, tipo Sanguinetti, Batlle, los corifeos del diario El Pais, quieren imponer la versión “de la democracia agredida”.
Es una lucha denodada, donde los demócratas de pacotilla, emplean todos los medios a su alcance: el monopolio de los medios de comunicación (prensa, radio, televisión), el libro, los espacios de la cátedra, para hacer válido el mensaje y restablecer un aspecto fundamental de su antigua hegemonía. Que en esos círculos –la tiranía resucitó a todas “las momias civiles” del viejo terrismo- con su catolicismo ultramontano, sus simpatías por el modelo fascista franquista español y, otras “lindezas”, eso, hay que silenciarlo presurosamente.
La izquierda tradicional (PS y PCU), que se moría sin legalidad burguesa parlamentaria y representativa, también se subió “al carro” de los nuevos tiempos. Un vocero de la misma –el antiguo senador Enrique Rodriguez- fue enviado a recorrer el exilio para pregonar las “bondades” de lo que no tuvo más remedio que reconocer como “la rendija democrática”.
Lo que el pueblo conquistaba en la calle con su movilización y sus esfuerzos –y hasta con nuevos asesinatos- lo chalaneaban “los dirigentes”, envueltos en la nebulosa de sus macro-politicas. Así, “la rendija democrática” se transformó definitivamente en “la vuelta de la democracia” a secas. De nada valieron, las premoniciones y las críticas de Carlos Quijano en su exilio mexicano y buen conocedor de la “historia” bajo el terrismo de otros mitos: el “del golpe malo” y “el del golpe bueno” del Sr. Baldomir, ligado con el antiguo dictador por vínculos de sangre y familiares. Nuestra “izquierda tradicional” pusilámine como pocas, había decidido un curso y a él se atuvieron, pesara a quien le pesara y dispuestos a tolerar más de lo que debía haberse tolerado.
Fue en ese marco que se produce “la liberación” de los antiguos revolucionarios presos. Desde el comienzo se marcó una diferencia con los partidos burgueses: la democracia, era para éstos meramente “una primavera democrática”. La izquierda tradicional aceptó el reto y comenzó su campaña de exigir “autocríticas” por los “hechos de sangre” del pasado. Por la osadía de haber tomado las armas para fomentar “una revolución”.
Con la hostilidad de la “izquierda legalizada”, con el encono de siempre –el inefable burócrata “comunista” entonces de Valenti, estampó en letras de molde la calumnia de “los iluminados de siempre”, después fue pasando del “comunismo renovador” a “renegado” y terminó finalmente en el campo burgués “de izquierda” del “progresismo” de derechas- los presos debían soportar la intolerancia vieja de siempre, la que es heredera del reformismo y los mitos que pergeñó Stalin, el “gran forjador de derrotas” en la URSS y ….en resto del mundo donde se siguieron sus consejos. Fueron 29 años consecutivos de predominio burgues dependiente, blanqui-colorado, que recién hizo aguas definitivas en la crisis del 2002, pero que hasta el 2004 se ejerció sin cortapisas.
Todo ese inmenso periodo histórico: 1972, 1985, 2004, 32 años en total, tomando sus fechas extremas, marcaron ese andar vacilante de la conciencia nacional de los orientales. Marcaron también el avance de “una conciencia electoral de izquierdas” con todas las ambigüedades y claro-oscuros que el pretendido concepto tiene.
Fueron también años de formidables transformaciones en el mundo entero. En algún momento hemos señalado que ese avance de la conciencia colectiva registró su máximo alcance con la quiebra del bi-partidismo tradicional. Más allá de éste no pudo elevarse.
Todo esto esta resumido en el actual libro que Amodio Perez dá a luz con el concurso de Jorge L. Marius y que han decido titular “Palabra de Amodio” y el subtítulo de “La otra historia de los Tupamaros”. Ediciones de la Plaza, 2015, 316 págs.
Es una visión que empieza en los albores de los 60, atraviesa –hasta el 2015- la friolera de 42 años, si tomamos la fecha original de 1963 y merece que analicemos todo ese inmenso periodo al cual se refieren las entrevistas iniciales del 2013 y que ahora recibe una formulación escrito, donde las carencias y aparentes limitaciones anteriores toman, ahora, forma definitiva.
Los eventuales lectores, que decidan seguirnos en ese periplo, deberán conocer el libro, pero también pueden buscar en YouTube, el conjunto de entrevistas que realizó en su momento el cronista-estrella de “El Observador”, hombre muy limitado para comprender “la historia reciente” del Uruguay, como él mismo lo confesó luego de realizar la experiencia.
Todo aquel universo de los años 60, para las nuevas generaciones de éste 2015- es entrar en un mundo extraño, imposible de aceptarse. No son estos años actuales capaces de prohijar militantes dispuestos a sacrificar su vida “por una revolución” lejana e hipotética, ni aceptar los mecanismos organizativos que la misma conllevó, las estructuras piramidales, los verticalismos y los subjetivismos de los jefes. Por suerte aquellas “ingenuidades” y “utopías” están a siglos luz de las expectativas de las modernas generaciones.
Algo más debe señalarse. Toda la falange burguesa de los publicistas (ver El Pais, edic. dig. Del 2 de agosto de 2015) entre otros Antonio Mercader, al mismo tiempo que se regocijan con el “descubrimiento” de que el viejo MLN-Tupamaros nació en 1963, por lo tanto “en plena democracia” (lo cual demuestra “lógicamente” que eran enemigos de la democracia) es el mismo grupo de publicistas de la prensa burguesa ,que a lo largo de años, a los “auténticos” tupamaros, los señores EFH, Mujica, particularmente y la fracción oportunista que los sigue (Agazzi, la “Tronca” Topolansky, Bonomi, el “petiso” Caballero, el “ratón” Rosadilla y tantos, tantos más) los elevó al rol de íconos mediáticos, voceros potables, “autorizados” en toda sus medios de comunicación.
Eran “figura” en todos los informativos a través de años y, cuanto más traidores, renegados reformistas y oportunistas fuesen, más espacio se les concedía. Cúanto más “se arrepintieran” mejor.
Con este desglose necesario, estamos en condiciones de entrar a considerar el libro de marras.
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